sábado, 5 de mayo de 2007



Lidy Arenas, Luz Stella Sepúlveda, Libia Martínez, Astrid Blackburn, Lilia Sánchez Jérez… Compañeras de nuestro querido Colegio La Merced a quienes recordamos por las especiales cualidades que las distinguían: la nobleza de Lidy, la elegancia de Luz Stella, la inteligencia de Libia, la alegría de Lilia...

Con algunas tuvimos una relación mas cercana que con otras. Especialmente con Lilia quien fue siempre la amiga incondicional, comunicativa, servicial y alegre. Nuestro aprecio se fue afianzando con el tiempo por su constante y cariñosa dedicación a preservar la amistad. Era ella quien organizaba las reuniones, al principio con un gran número de compañeras, pero un día dijo: “Mejor entre pocas porque así podemos comentar seriamente nuestros problemas y ayudarnos unas a otras”.

Lilia nos enseñó el valor inapreciable de la amistad verdadera. De no haber sido por ella tal vez no hubiéramos aprendido tanto sobre el valor de compartir, no solo cosas materiales sino lo mas importante: los sentimientos, las tristezas, las alegrías, el respeto...

Lilia era una comunicadora innata: con su chispa e ingenio al contar historias siempre terminábamos con una sonrisa en el rostro y tantas veces hasta con dolor de estómago por tanto reir. En 1999, un año después del tránsito de su amada Valentina, fortaleció a tal punto su vida espiritual que Dios la llamó a su lado el 5 de mayo.

Cosa curiosa: todas las que tuvimos la dicha de compartir con ella, sentíamos que habíamos perdido a nuestra mejor amiga, a una hermana muy cercana. Con todas fue tan especial, que su desaparición nos dejó una inmensa nostalgia y su recuerdo permitió la creación de las Damas Lilas a través de la cual aunamos esfuerzos para solucionar parte de las necesidades de nuestros hermanos mas desfavorecidos y fortalecer el espíritu de amistad. Nuestras reuniones son ocasión para reiterar nuestros lazos de amistad y apoyarnos y alegrarnos mutuamente ante las diferentes circunstancias de nuestras vidas.

Felices quienes nos precedieron porque ellas no conocieron los incipientes achaques de nuestra bella edad. Estoy segura que cuando nos reencontremos nos daremos un gran abrazo fraternal y reanudaremos nuestras alegres veladas.

Martha Isabel Arias de Neira
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